Ha vivido la emigración desde dentro y la ha estudiado a fondo y le ha hecho comprender mejor su propio país.
Catedrático Emérito de Antropología Social en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Complutense de Madrid, este extremeño confeso es, además de brillante conferenciante e incansable viajero, director del Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo (CEMAT).
No ha parado Vd. desde que se vio forzado a emigrar en 1963.
Pertenezco a esa categoría que yo llamo emigrantes de lujo. Me fui en 1963 a Colombia, en un viejo barco y, tras diecinueve días, llegué a Cartagena de Indias. Residí cinco años en América Latina. En Colombia entré en contacto con la Teología de la Liberación, defendí el movimiento del cura Camilo Torres y fui profesor del Seminario de la Ceja de Medellín, de Ernesto Cardenal. Luego volví a España para después viajar a los Estados Unidos. Viví en California, donde ejercí de trabajador social con los emigrantes mexicanos. Y en Nueva York trabajé con emigrantes dominicanos y portorriqueños mientras preparaba mi doctorado en Antropología. Fueron cinco años en América Latina y cuatro en Estados Unidos.
¿Qué descubrió sobre sí mismo fuera de España?
Cuando mis alumnos me preguntan por mis experiencias en Europa y Estados Unidos, les digo que si quieren aprender sociología o antropología que se queden en España, pero lo que no se puede aprender sin salir del propio país, es el modo de ver de otras culturas, otras formas de vida. Para poder conocer nuestro país tenemos que emigrar. Nadie lo conoce bien sin salir de él, como un pez no sabe lo que es el agua mientras no entra en contacto con el aire. Yo he aprendido a ser una persona plural, ni fanático ni nacionalista, a amar mi tierra pero respetando a las demás.
¿Cuál es su opinión sobre los nuevos emigrantes españoles?
Como especialista en emigración he estudiado a fondo el fenómeno. Dicho muy brevemente, la razón fundamental de las migraciones internacionales en los siglos XX y XXI es el proceso de globalización, hay un solo mercado, un solo mundo: entonces existen países que son muy ricos, que producen muchos puestos de trabajo, pero carecen de población, mientras los países más pobres, o en vías de desarrollo, disponen de mucha población, aunque adolecen de insuficientes recursos económicos. En definitiva, las migraciones internacionales son producto de las desigualdades económicas y, después, del desequilibrio demográfico. El ejemplo está en que en los años sesenta eran más los españoles que se iban fuera que los extranjeros que venían, pero bastó que España se desarrollara para que ese proceso se invirtiese, porque empezó a necesitar mano de obra extranjera. Ahora la crisis ha cercenado ese proceso. La gente ya no emigra a España, pero se marchan menos de los que se esperaba, a pesar de que la juventud española empieza a creer que tendrá más oportunidades fuera. Lo cierto es que no son tantos los que deciden irse.
¿Cómo encontró España cuando decidió volver?
Tras recorrer Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Panamá, El Salvador y Nicaragua, observé que en aquella época había más pobreza en España que en Latinoamérica. En 1963, un médico, un profesor o un contable, ganaba allá tres veces más que cualquier colega suyo en España; las clases medias vivían mejor que aquí. ¿Qué es lo que ha ocurrido desde 1963 hasta hoy? Que España se ha convertido en un país desarrollado mientras que los latinoamericanos han reducido su nivel de vida porque no han explotado debidamente sus recursos y no se han adaptado a los cambios tecnológicos.
Resulta inevitable hablar de la crisis.
Hay que hablar, pero con respeto, entre otras cosas, porque los que disponemos de un sueldo y un trabajo a pesar de los recortes estamos por encima de esos cinco millones que carecen de trabajo. Ese es el auténtico drama y, además, hay otra categoría a tener en cuenta: los que tenemos familia que nos apoyan y los que no. Si en este país no existiese esa institución llamada familia, ya se hubiese producido un estallido social. Y luego están los inmigrantes, muchos de los cuales empiezan a recibir dinero de sus parientes de allá, que les animan a quedarse a pesar de todo, por si cambian los aires. La crisis nuestra no es nada en comparación con los mil millones de seres humanos que viven con menos de un dólar al día. Somos muy cínicos con ese tema. La crisis y este mundo desequilibrado tienen su origen en los países ricos.

Tomás Calvo Buezas
¿Por qué le interesan tanto los temas de la emigración y el racismo?
Yo fui sacerdote, después me secularicé, me casé con una mexicana y mis hijos son mestizos y llevan nombres aztecas. Desde mi adolescencia vengo siendo sensible a todo lo social, me integré en los movimientos obreros de signo cristiano, y continué en esa línea en América Latina y en Estados Unidos. No es casualidad que mi tesis doctoral se titulase “Los más pobres en el país más rico”. Cuando volví a España, con toda esa experiencia vital, desde el profesorado encaminé mis pasos hacia la defensa de los valores de la justicia y la integración y, cuando empezaron a llegar los inmigrantes, ya observé que se reproducían los mismos fenómenos que yo había visto en América Latina y Estados Unidos, y ejercí como pionero a la hora de alertar a España sobre el racismo y la xenofobia. Mi primer libro se titula “El racismo que viene”, un fenómeno impensable en España hasta que aconteció el crimen de Lucrecia Pérez, en Aravaca.
¿Hay mucho racista en España?
Hay pocos, pero los que hay son muy agresivos, y eso les convierte en muy peligrosos. El porcentaje de grupos violentos es muy pequeño, pero influyen en colectivos jóvenes, y el 11% de los menores de treinta años votarían a un partido que expulsara a los inmigrantes.
¿Qué se puede hacer?
-Hay que emplear políticas de prevención y aplicar leyes contra los racistas, pero también educar contra la xenofobia desde los colegios.
Vd. ejerce de extremeño ¿por qué?
Sufría muchísimo al descubrir que muchos latinoamericanos apenas saben nada de mi región. En una encuesta que realicé a escolares de 19 países latinoamericanos, comprobé que únicamente un 10% conocía que el origen de Cortés, Pizarro y Núñez de Balboa estaba ligado a Extremadura, y eso en los países que conquistaron y gobernaron. Y para colmo de males no les consideraban dignos de alabanza, por lo que empecé a trabajar para mejorar la imagen de Extremadura en América Latina.
¿Es cierto que la frase de que ”hay que bajar al conquistador del caballo” es suya?
Pronuncié esa frase con motivo de una ponencia en el VI Congreso de Estudios Extremeños, y Juan Carlos Rodríguez Ibarra la popularizó pedagógicamente en 1992, con motivo del V Centenario, lo cual constituyó para mí una satisfacción. Lo dije porque no son las espadas lo que debe simbolizar la fraternidad entre Extremadura y América, sino el encuentro de sangres y culturas, que siempre han sido los verdaderos agentes de las civilizaciones humanistas.
Texto: P.Z.