Tomás Calvo Buezas: “En España hay pocos racistas, pero son muy agresivos”

Revista del Ministerio de Empleo y Seguridad Social | ENTREVISTA

Tomás Calvo Buezas: “En España hay pocos racistas, pero son muy agresivos”

Ha vivido la emigración desde dentro y la ha estudiado a fondo y le ha hecho comprender mejor su propio país.

Catedrático Emérito de Antropología Social en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Complutense de Madrid, este extremeño confeso es, además de brillante conferenciante e incansable viajero, director del Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo (CEMAT).

No ha parado Vd. desde que se vio forzado a emigrar en 1963.
Pertenezco a  esa categoría que yo llamo emigrantes de lujo. Me fui en 1963 a Colombia, en un viejo barco y, tras diecinueve días,  llegué a Cartagena de Indias. Residí cinco años en América Latina. En Colombia entré en contacto con la Teología de la Liberación, defendí el movimiento del  cura Camilo Torres  y fui profesor del  Seminario de la Ceja de Medellín, de Ernesto Cardenal. Luego volví a España para después viajar a los Estados Unidos. Viví en California, donde ejercí de trabajador social con los emigrantes mexicanos. Y en Nueva York trabajé con emigrantes dominicanos y portorriqueños mientras preparaba mi doctorado en Antropología. Fueron cinco años en América Latina y cuatro en Estados Unidos.
¿Qué descubrió sobre sí mismo fuera de España?
Cuando mis alumnos me preguntan por mis experiencias en Europa y Estados Unidos, les digo que si quieren aprender sociología o antropología que se queden en España, pero lo que no se puede aprender sin salir del propio país, es el modo de ver de otras culturas, otras formas de vida. Para poder conocer nuestro  país tenemos que emigrar. Nadie lo conoce bien sin salir de él, como un pez no sabe lo que es el agua mientras no entra en contacto con el aire. Yo he aprendido a ser una persona plural, ni fanático ni nacionalista, a amar  mi tierra pero respetando a las demás.
¿Cuál es su opinión sobre los nuevos emigrantes españoles?
Como especialista en emigración he estudiado a fondo el fenómeno. Dicho muy brevemente, la razón fundamental de las migraciones internacionales en los siglos XX y XXI es el proceso de globalización,  hay un solo mercado, un solo mundo: entonces existen países que son muy ricos, que producen muchos puestos de trabajo, pero carecen de población, mientras  los países más pobres, o en vías  de desarrollo,  disponen de mucha población, aunque adolecen de insuficientes recursos económicos. En definitiva, las migraciones internacionales son producto de las desigualdades económicas y, después, del desequilibrio demográfico. El ejemplo está en que en los años sesenta eran más los españoles que se iban fuera que los extranjeros que venían, pero bastó  que España se desarrollara para que ese proceso se invirtiese, porque empezó a necesitar mano de obra extranjera. Ahora la crisis ha cercenado ese proceso. La gente ya no emigra a España, pero se marchan menos de los que se esperaba,  a pesar de que  la juventud española empieza a creer que tendrá más oportunidades fuera. Lo cierto es que no son tantos los que deciden irse.

¿Cómo encontró España cuando decidió volver?

Tras recorrer  Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Panamá, El Salvador y  Nicaragua, observé que en aquella época había más pobreza en España que en Latinoamérica. En 1963, un médico, un profesor o un contable, ganaba allá tres veces más que cualquier colega suyo en España; las clases medias vivían mejor que aquí. ¿Qué es lo que ha ocurrido desde 1963 hasta hoy? Que España se ha convertido en un país desarrollado mientras que los latinoamericanos han reducido  su nivel de vida porque  no han explotado debidamente sus recursos y no se han adaptado a los cambios tecnológicos.
Resulta inevitable hablar de la crisis.

Hay que hablar, pero con respeto, entre otras cosas, porque los que disponemos de un sueldo y un trabajo a pesar de los recortes estamos por encima de esos cinco millones que carecen de trabajo. Ese es el auténtico drama y, además,  hay otra categoría a tener en cuenta: los que tenemos familia que nos apoyan y los que no. Si en este país no existiese esa institución llamada familia, ya se hubiese producido un estallido social. Y luego están los inmigrantes,  muchos de los cuales empiezan a recibir dinero de sus parientes de allá, que les animan a quedarse a pesar de todo, por si cambian los aires. La crisis nuestra no es nada en comparación con los mil millones de seres humanos que viven con menos de un dólar al día. Somos  muy cínicos con ese tema. La crisis y este mundo desequilibrado tienen su origen en los países ricos.

Tomás Calvo Buezas

¿Por qué le interesan tanto los temas de la emigración y el racismo?

Yo fui sacerdote, después me secularicé, me casé con una mexicana y mis hijos son mestizos y llevan nombres aztecas. Desde mi adolescencia vengo siendo sensible a todo lo social,  me integré en  los movimientos obreros de signo cristiano, y  continué en esa línea en América Latina y en Estados Unidos. No es casualidad que mi tesis doctoral se titulase “Los más pobres en el país más rico”. Cuando volví a España, con toda esa experiencia vital, desde el profesorado encaminé mis pasos  hacia la defensa de los valores de la justicia y la integración y, cuando empezaron a llegar los inmigrantes, ya observé que se reproducían los mismos fenómenos que yo había visto en América Latina y  Estados Unidos, y ejercí como pionero a la hora de alertar a España sobre el racismo y la xenofobia. Mi primer libro se titula “El racismo que viene”, un fenómeno impensable en España hasta que aconteció el crimen de Lucrecia Pérez, en Aravaca.
¿Hay mucho racista en España?
Hay pocos,  pero los que hay son muy agresivos, y eso les convierte en muy peligrosos. El porcentaje de grupos violentos es muy pequeño, pero influyen en colectivos jóvenes, y el 11% de los menores de treinta años votarían a un partido que expulsara a los inmigrantes.
¿Qué se puede hacer?
-Hay que emplear políticas de prevención y aplicar leyes contra los racistas, pero también educar contra la xenofobia desde los colegios.
Vd. ejerce de extremeño ¿por qué?
Sufría muchísimo al descubrir  que muchos latinoamericanos apenas saben nada de mi región. En una encuesta que realicé a escolares de 19 países latinoamericanos, comprobé que únicamente un  10% conocía que el origen de Cortés, Pizarro y Núñez de Balboa estaba ligado a Extremadura, y  eso en los países  que conquistaron y gobernaron. Y para colmo de males no les consideraban dignos de alabanza, por lo que empecé a trabajar para mejorar la imagen  de Extremadura en América Latina.
¿Es cierto que la frase de que ”hay que bajar al conquistador del caballo” es suya?
Pronuncié esa frase con motivo de una ponencia en  el VI Congreso de Estudios Extremeños, y Juan Carlos Rodríguez Ibarra la popularizó pedagógicamente en 1992, con motivo del V Centenario, lo cual  constituyó para  mí una satisfacción. Lo dije porque  no son las espadas lo que debe simbolizar la fraternidad entre Extremadura y América, sino el  encuentro de sangres y culturas, que  siempre han sido  los verdaderos agentes de las civilizaciones humanistas.
Texto: P.Z.

Fotos A. Magán

Entrevista del periódico «HOY» a nuestro compañero Marcelo Sánchez-Oro, Presidente de ACISE

Marcelo Sanchez-Oro

Marcelo Sánchez-Oro en el acto de presentación en Cáceres del número 4 de la revista de la Asociación de Ciencias Sociales de Extremadura, ALMENARA.

CÁCERES

«La familia evita el estallido»

17.06.12 – 00:03 –

Los sociólogos subrayan que el apoyo familiar mitiga los efectos de la crisis
La Asociación de Ciencias Sociales analiza en su último número las relaciones entre la crisis económica y los cambios sociales

 

Está claro que en tiempos inciertos se necesita un faro que nos alumbre y que nos oriente, que nos ayude a leer la realidad, una realidad que a veces es tan imprevisible como una lluvia de meteoritos. La Sociología tiene ese reto y esa responsabilidad social. El pasado jueves fue presentado el último número, el cuatro, de ‘Almenara’, una propuesta divulgativa de la Asociación de Ciencias Sociales de Extremadura que plantea asuntos de interés general abordados desde una óptica rigurosa y profunda, y siempre desde una perspectiva social.
Después de cuatro años, esta publicación ha ganado en páginas y en asuntos tratados. En esta ocasión, entre otros, abordan asuntos de tanta actualidad y controversia como la inmigración desde el punto de vista de la globalización (con Rachid El Quarou); la propagación del odio racial a través de Internet, tras la matanza ocurrida en Noruega (a cargo de Tomás Calvo Buezas); y los cambios sociales que se están produciendo en momentos de crisis, con Marcelo Sánchez-Oro, presidente del colectivo, que escribe: «Sociólogos y economistas pugnan por explicar lo que ocurre y lo que puede ocurrir. Pero nada nos satisface como explicación plausible».
La Asociación Extremeña de Ciencias Sociales nació en 2007 y en la actualidad la a integran 40 miembros de toda la región, fundamentalmente sociólogos y politólogos.
«Con la publicación intentamos hacer un análisis de la realidad extremeña y las distintas discusiones en el ámbito social que se producen dentro y fuera de la región», explica Sánchez-Oro, porque «la Sociología aporta elementos de análisis más solvente que el mero análisis estadístico y economicista», reivindica.
«Sobre el cambio social y la crisis ya tuvimos unas primeras jornadas», añade, «pero hemos querido elevar un poco el discurso, ir más allá del análisis más puntual y más esporádico». De hecho, a su juicio, «esta nueva sociedad se enmarca en lo que el sociólogo alemán Ulrich Beck denomina como la sociedad del riesgo». No se trataría, pues, de aspectos coyunturales, sino que al contrario de lo que habíamos imaginado, en la sociedad del siglo XXI, en la que se iba a vivir en la comodidad, existen más riesgos que nunca en la historia de la sociedad.
Para el presiden te de la Asociación extremeña, «todos los cambios sociales y las crisis las producen élites, movimientos sociales, los provocan fenómenos ideológicos que no contempla un análisis meramente economicista. Ahora faltan esos elementos, parece que solo centramos el problema actual en los mercados como si fuera un imponderable, un factor meteorológico irremediable, cuando en realidad lo que sucede es que los mercados están mal gobernados por una serie de élites».
Hablando de la situación económica actual surge una pregunta que está en la cabeza de muchas personas: ¿por qué si la cosa está tan mal, si día tras día recibimos malas noticias sobre la situación económica, no hay nada parecido a una revuelta social? «En regiones como la nuestra la estructura social se sostiene en un sistema familiar bastante solvente. En el entorno de París o en el de Londres, en las grandes capitales, las familias están desestructuradas, pero aquí la familia funciona como colchón, constituye una red social sólida y eso explica que en términos sociales la crisis no haya estallado de forma radical».
Partidos y sindicatos
Sánchez-Oro considera, en contra de lo que podría pensarse, que los partidos políticos y los sindicatos sí que cuentan con respaldo social, y sí que hacen una función de canalización del descontento. «Los partidos políticos en el sentido europeo, como estructuras locales cercanas», precisa..
Acerca del 15-M asegura que es «una expresión fuera de los cauces habituales, y en la medida en que está fuera de esos cauces se va a ir desinflando porque yo creo que si no se canaliza a través de los partidos y los sindicatos son movimientos que van a tener solo una presencia puntual».
¿Qué se avecina? Sánchez-Oro escribe que 2012 «será el año de los estímulos. Han hecho falta 5,3 millones de desempleados para que los políticos hablen de ello».

Entrevista del periódico HOY a nuestro compañero José Ignacio Urquijo Valdivieso, director de ALMENARA

José Ignacio Urquijo  Sociólogo, profesor y diácono

José Ignacio Urquijo Sociólogo, profesor y diácono

Por JUAN DOMINGO FERNÁNDEZ | HOY|112.02.11 – 00:12

Vasco de nacimiento y enamorado de Extremadura, durante años fue el único diácono permanente de la región y el más joven de España.

A pesar de su aspecto formal y de la seriedad de su discurso, José Ignacio Urquijo deja brotar espontáneamente una vena humorística que salpica la conversación. Delegado de Educación y Enseñanza en el nuevo equipo que designó en 2008 el obispo de Coria-Cáceres, en su experiencia conviven la fe religiosa y el compromiso social.

EL PERFIL

Misionero seglar, profesor, escritor

Nacido en Llodio (Álava) en agosto de 1960, José Ignacio Urquijo
Valdivieso simultaneó en la Universidad de Deusto durante unos años los
estudios de Derecho y Teología, en los que se diplomó, y posteriormente
se licenció en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad
Pontificia de Salamanca. Miembro de una familia de seis hermanos y
casado con una médica «cacereña de toda la vida, como el alcalde
Saponi», según apostilla con humor, Urquijo fue uno de los
cofundadores, a principio de los años noventa del pasado siglo, de la
oenegé Personas. Él había conocido a su mujer cuando ambos se
preparaban en Madrid para su tarea como misioneros seglares. Y por los
azares de la vida, en vez de viajar a Venezuela, donde estaba previsto,
ambos coincidieron en la República Dominicana y se hicieron novios.
«Ella llevaba un dispensario médico, con muchísima atención sanitaria,
gratuita, porque el dispensario era parroquial». Durante siete u ocho
años, hasta que nació uno de sus hijos, estuvieron viajando todos los
veranos uno de los dos y a veces la pareja. Así fue como surgió la
oenegé Personas, «con el apoyo de amigos y de muchos cacereños», para
centrarse en planes de nutrición y escolarización de niños mediante el
apadrinamiento.

Autor de una divertida novela ‘El deán Corominas’, que es un
homenaje a la iglesia católica y al pueblo judío y que está ambientada
en Extremadura «porque es la tierra donde tengo dos pies firmemente
plantados, donde está mi corazón, mi mujer, mis hijos, y es la tierra
que me da de comer», tiene escrita otra, ‘La encomienda del Rey
Fernando’, ambientada en el Trujillo de la Reconquista.

Vicepresidente de la Asociación de Ciencias Sociales de Extremadura
(ACISE), dirige ‘Almenara’, la revista de esta asociación, y ha
publicado también, fruto de su labor en el mundo de las oenegés para el
desarrollo un libro sobre cooperación internacional desde Extremadura:
‘Un nuevo milenio, dos viejos mundos’. Profesor de Religión en el IES
Hernández Pacheco; ha dado clases de Sociología en la Uned de Plasencia
y en la actualidad de Antropología en el Instituto de Ciencias
Religiosas ‘Santa María de Guadalupe’, dependiente de la Universidad
Pontificia de Salamanca.

«No podemos quedarnos a la espera de que nos den las cosas hechas»

«No sé si hay más gente que acude a la religión como refugio, pero la religión ayuda a pasar los malos tragos»

-¿Es aficionado a los juegos de azar?

-No. Me cuesta comprar la lotería de Navidad. Me gustaba jugar mucho al mus.

-Como buen vasco…

-Sí, pero aquí también hay muy buenos jugadores, ¡eh!

-¿La política directa le ha tentado alguna vez?

-Mucho.

-¿Y no ha caído?

-No he caído todavía. [Risas]. Hay una tradición política en mi
familia desde hace mucho tiempo. Mi hermano es político en activo en el
País Vasco, mi hermana lo ha sido, mi abuelo lo fue, tengo amigos muy
metidos en la política, en distintos partidos también…

-¿Y en su familia se dan orientaciones diversas?

-Hay un par de orientaciones, no demasiadas.

-Habrá algún nacionalista…

-Alguno hay, pero los tenemos muy controlados. [Risas]. Y sí me
tienta la política. Porque la acción política busca la transformación
del ser humano y sobre todo en sociedad. Para mí es un punto muy
importante de mi programa como cristiano. Aparte, creo que hemos dejado
mucho la política en manos de políticos profesionales. Hay una cierta
partitocracia, pero no porque haya sido buscada directamente por la
gente de los partidos políticos, es que los hemos abandonado.

-Quizás porque ha renunciado la sociedad civil ¿no?

-Es que en España renuncia la sociedad civil, renuncia a participar
en tantas y tantas organizaciones como son las sindicales, las oenegés,
las de jóvenes, las culturales, las políticas… Si no hay, quedan
cuatro en cada cosa que son los que tienen que funcionarizarse para que
esto funcione. Luego nos quejamos, ¡pero si no participas! Si no
votas… es legítimo no votar, pero entonces no te quejes mucho. Si no
trabajas… Los movimientos sociales están muy poco nutridos por la
sociedad, pero todos.

-En 1998, cuando tenía ya dos hijos, se convirtió a los 38 años de edad en el único diácono permanente de Extremadura y en el más
joven de España.

-Así es. No fue buscado. Yo había estado a mediados de los ochenta
en el ámbito de la cooperación como misionero católico seglar, donde
conocí y me casé con mi mujer, que es cacereña. Ese es el motivo de que
esté aquí, en Cáceres, que es mi ciudad de adopción y mi tierra, porque
yo soy de Llodio, a doce kilómetros de Bilbao y toda mi vida y mis
estudios han sido en Bilbao.

-¿Y cómo fue la historia?

-Pues allí descubrimos, en Santo Domingo, en la República
Dominicana, una realidad eclesial no más avanzada pero sí distinta. No
había abundancia de clero, sino escasez. Entonces el laico tenía que
asumir labores diaconales muy fuertes. Y había ya bastantes diáconos
permanentes por influencia de Estados Unidos. De hecho, nosotros
llevábamos una parroquia y éramos laicos el equipo de chicos y chicas.
Al regresar a Cáceres, dado que tenía hechos los estudios teológicos
como laico (nunca fui seminarista sino que compaginé los estudios de
Derecho y Teología) y también un cierto currículum de servicio
eclesial, pues me lo planteé. Fui el primer diácono de Extremadura y he
estado once años en solitario.

-¿Qué encuentra en la religión que no halla en otros sitios?

-Pues mira, primero para mí es un motor de acción. En lo personal,
en lo cultural, en lo intelectual, en lo docente y en lo social. Porque
mi origen, el origen de toda mi inquietud social si es que la tengo, si
es que algo he hecho, poco, está en la creencia de que el ser humano es
fraterno y es hermano porque es hijo de Dios. Si no fuera en mi caso
por esta creencia religiosa en un Dios padre, evidentemente me
desfondaría. Porque me desfondo todos los días como todo el mundo, pero
el desánimo no me dejaría caminar. De esta manera tengo una visión no
plana de la realidad, sino trascendente. Partiendo de la base humana,
de las comunidades y de los movimientos sociales de todo tipo, no solo
eclesiales, tengo también una visión que me eleva y me permite avanzar.

-Seguimos recibiendo inmigrantes. ¿Para que hagan los trabajos que no queremos hacer los de aquí?

-Pero seguimos recibiendo en mucho menor grado. No como sociólogo,
que soy, sino como persona observadora, dándome un paseo por Madrid, a
donde ahora voy mucho porque están allí mis hijos estudiando, he notado
mucha menos presencia. En Madrid y Barcelona, que son los dos grandes
focos receptores de inmigración, y aquí en Cáceres también se puede
apreciar. Los que vienen seguramente vienen porque huyen de la muerte y
del hambre. Muchos van ya de paso a otras partes de Europa. Somos
puerta de entrada desde África muy fácil, muy cercana. Muchos no creo
que encuentren ahora trabajo. Y sí es verdad que han venido a hacer los
trabajos que no queremos hacer y es claro que en Extremadura nadie iba
a la cereza o al espárrago porque eran inmigrantes los que hacían esos
trabajos. Ahora no es tan fácil volver para atrás. Las personas somos
como somos y nos acostumbramos muy rápido a lo bueno. Cuidado ahora si
el español tiene que volver a tareas agrícolas que ya dejó atrás y que
son difíciles de recuperar. Aparte de cómo está el campo y la
rentabilidad que tiene…

-Cuando era niño, ¿qué quería ser de mayor?

-Pues no lo recuerdo bien. Siempre tuve una cierta idea de intento
utópico de cambiar el mundo. Nunca he tenido muy claro qué quería ser
de mayor. No quiero decir grandes frases, porque quería ser persona.
¿Ambiciones? Digamos que legítimas, siempre. Y la idea misionera desde
pequeño sí la tuve fuertemente enraizada por lazos familiares. Mi
familia es muy, muy, muy religiosa, con cantidad de vocaciones de todo
tipo. Ahora es un tipo de familia que existe menos, todos lo sabemos,
porque han cambiado las circunstancias. Entonces los misioneros eran
algo que atraía muchísimo. De hecho, a gente que ha tomado otros
caminos les oyes contar que en algún momento determinado de sus vidas
les hubiera gustado ser misioneros. El misionero es un transformador
social, aparte de un transformador espiritual. Yo no solo veo la
función social del cooperante o del cooperante católico misionero, sino
que hay algo más. Pero vamos ¿qué quise ser? De pequeño todo, todo lo
que veíamos en la tele.

-¿Y está conforme con lo que ha conseguido?

-Como no he llegado al final, el final solo sabe Dios cuándo vendrá,
estoy conforme pero inquieto. ¿Por qué? Porque creo que si llegamos a
la conformidad hemos acabado, se ha parado el coche o se ha bloqueado
el ordenador, como me pasó ayer por meter un antivirus… [Risas].
Estoy conforme en como va discurriendo mi vida pero -no quiero caer en
lugares comunes- lo mejor de mi vida ya ha pasado: son mi mujer y mis
dos hijos. No busco grandes transformaciones ni busco tampoco
ambiciones propias, que las tengo también, pero no son prioritarias
para mí.

-¿Alguna vez ha tenido la sensación de que se metía en un túnel sin salida?

-Sí, y de meterme en todos los charcos, también. Lo que pasa es que
si observas a tu alrededor, la gente que se mete en todos los charcos e
incluso a veces no ve la salida es la que va tirando del carro; no yo,
pero sí otros. Porque no podemos quedarnos en el inmovilismo ni a la
espera de que nos den las cosas hechas. Ahora mismo la sociedad está
desnortada, hay miedo, un miedo tremendo, hay mucho paro, no se mueve
nadie, que el Gobierno lo haga, que la Diputación lo haga… ¿Pero cómo
que lo haga? Si el Gobierno no es nadie, si la Diputación no es nadie,
ni el Ayuntamiento… Somos nosotros. Es de nosotros de donde tienen
que emanar dirigentes reales que muevan todo. Y evidentemente, hay
momentos en que no ves la salida del túnel o momentos críticos de
desesperanza en que todo se ciega y nada te apoya. Ahí es donde yo
encuentro el apoyo de mi religión y por supuesto de mi familia, en el
mismo plano. Desesperanzas, muchísimas; desengaños y fracasos, casi
todos los días, pero el que ha hecho monte, el que ha hecho alpinismo o
el que sale a caminar sabe que las caídas son fundamentales para seguir
avanzando. E incluso el perderse para encontrar el camino. No hay un
solo camino para avanzar, hay muchos.

-¿Cómo imagina su etapa de jubilado?

-Me imagino trabajando, porque no creo que haya jubilación cuando
llegue. [Risas]. No pienso jubilarme jamás en la vida. Aunque como
jubilados a mi mujer y a mí nos gustaría volver al pie del cañón a las
zonas más desfavorecidas que haya, aquí o en en cualquier otro lugar
del mundo. Estamos recibiendo muchas ofertas de amigos misioneros y
misioneras que nos dicen venid a Brasil, venid a Benin, pero no podemos
en estos momentos, hay que financiar las carreras de los hijos,
etcétera. Puede ser que nos vayamos lejos, pero esa idea de irse lejos
para intentar transformar la sociedad… A veces el lejos está cruzando
Cánovas, está cerca. Hay personas necesitadas no solo económicamente,
sino afectivamente, religiosamente, al lado de nosotros, sin cruzar la
puerta de casa.

«No podemos quedarnos a la espera de que nos den las cosas hechas»«No sé si hay más gente que acude a la religión como refugio, pero la religión ayuda a pasar los malos tragos»

-José Ignacio, de las bienaventuranzas, ¿cuál es su preferida?

-Eso es muy difícil… Pues bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia.

-¿Qué le preocuparía más, perder su puesto de trabajo o caer en una depresión?

-Creo que sería peor caer en una depresión o en un desfallecimiento vital, no saber hacia dónde ir.

-¿Considera que alguna vez hemos estado mejor que ahora en materia de Derechos Humanos?

-¿A nivel nacional?

-Sí, a nivel nacional.

-Creo que no estamos mal en Derechos Humanos en cuanto a libertades
y garantía de las libertades. Pero si hablamos de derechos humanos
efectivos, que provienen de la realización a través del trabajo, a
través de la vivienda digna, eso no se está cumpliendo, claro. Y no por
la crisis, incluso antes de la crisis no se estaba cumpliendo. Vete a
hablarle de derechos humanos a un parado de larga duración. Vete a
hablarle de derechos humanos al chaval que acaba Periodismo este año en
la Complutense y se encuentra que ni de becario… De todas formas creo
que estamos relativamente bien. No soy de esos pesimistas amargados.
Estamos pasando una mala fase muy gorda, pero no son malos tiempos. El
ser humano nunca ha tenido tanta conciencia, como ser humano, de su
valía en la tierra. Nunca jamás. Y nunca hay tanto cuidadito en no
tocar un derecho humano no aquí, sino en ningún lugar del mundo porque
hay una intercomunicación, una interactividad tan global que
inmediatamente saltan las protestas mundiales.

-Como sociólogo ¿cuál diría que es el principal valor de la sociedad extremeña?

-Es difícil de contestar. Su arraigo a la tierra. Su arraigo a
Extremadura. Siendo un pueblo que por las circunstancias ha sido un
pueblo emigrante (como otros muchos de España, cuántos pastores vascos
no fueron a Estados Unidos) la verdad es que los extremeños procuran
regresar y tienen a la tierra muy dentro de su corazón. Un amor a la
tierra impresionante. Y también diría que su resistencia. Si me
preguntas que si necesitaría algo más, creo que es el propio extremeño
el que debe contestarse a sí mismo.

-¿En qué nota la crisis como profesor? ¿En qué la nota como diácono?

-Noto una cierta sensación de temor en los jovencillos ante el
futuro y ante lo que seguramente están percibiendo y oyendo en casa.
Cuando, por ejemplo, hablas en clase sobre agresiones a la vida humana
que se pueden dar en la sociedad: terrorismo, hambre, drogas, guerra…
y se desliza la explicación a lo que es la sociedad y sale el tema del
paro, nunca han estado tan atentos. Les notas en la mirada que hay un
cierto temor. Y estos son jóvenes entre 14 y 15 años que todavía no
tienen muy claro lo que es la sociedad, porque en casa al fin y al cabo
se come, se tiene para salir, pero es algo que están viendo, que están
oyendo y hay un cierto miedo. Como diácono sé -no es que aventure nada-
que en las instituciones eclesiales como Cáritas se ha disparado la
gente que hace peticiones de asistencia y ayuda. No solo gente que ya
vivía al margen, sino personas concretas, que están ahí, al lado, y
nadie sabe que están y no llegan a fin de mes. Y no sé si hay más gente
que acude también a la religión como refugio, que no es lo principal de
la religión, pero que también lo es porque te ayuda a pasar los malos
tragos.

-¿A qué actividad de ocio dedica más tiempo o más dinero?

-A leer. Leo todo lo que cae en mis manos y algo más. Digamos que a leer y a salir con mi mujer y mis amigos.

-¿Qué libro ha sido fundamental?

-Hubo un libro, ‘Oh Jerusalén’, de Dominique Lapierre y Larry
Colins. Por diversas circunstancias y por mi visión del pueblo judío.
Ese libro me impresionó, y sigue estando vigente porque el problema
sigue ahí. De alguna forma refleja el contrasentido de la confrontación
no solo entre judíos y palestinos, sino entre los seres humanos. Es un
poco la metáfora, el símbolo del enfrentamiento que está ya descrito en
el Génesis entre Caín y Abel. Y muchos más, claro, libros de aventuras,
libros religiosos…

-¿A qué le teme José Ignacio Urquijo?

-Al odontólogo. [Risas]. No, todos tenemos muchos temores. El
fundamental es el paso hacia el más allá, pero temer, temer, el futuro
está en nuestras manos. Hay que cogerse los temores, guardarlos y
seguir caminando. Es una consigna vital en mí. A nivel familiar siempre
tienes el temor de qué va a pasar. A nivel vital, qué pasará, la
muerte, ahí está. Llegas a edades donde seres muy queridos, mayores y
jóvenes, se te van yendo… Pero desde mi vivencia de fe, a nivel vital
tengo poco temor; muchos temores pero no hay un temor grande, no lo
tengo.

-¿En qué se van a diferenciar su generación y la de sus hijos?

-Nosotros hemos sido generaciones con un punto de partida anclado en
un territorio y unas ideas muy concretas y nuestros hijos son ya
personas que parten del mundo, no de un territorio concreto sino de un
mundo globalizado. Han conocido a edades muy tempranas muchas culturas
distintas, muchos sitios distintos; están viajando muchísimo con cuatro
perras y eso va a hacer que tengan una mente más predispuesta para el
cambio, para la aceptación de lo diferente. No son ni mejores ni
peores, somos distintos.

Enlace a la entrevista publicada en diario HOY de 12/02/2011: http://www.hoy.es/v/20110212/regional/vete-hablarle-derechos-humanos-20110212.html

Video de la entrevista

http://www.hoy.es/videos/noticias-de-extremadura/caceres/784937656001-zona-paso-jose-ignacio-urquijo.html

José Antonio Pérez Rubio habla sobre el desarrollo rural en la nueva ruralidad

Nuestro socio y amigo es entrevistado para la Revista «Agenda Viva» de la Fundación «Félix Rodríguez de la Fuente»

«La cultura rural es un “totum revolutum” que refleja la complejidad de sus estructuras.»

José Antonio Perez Rubio, sociólogo y experto en sociedad rural
José Antonio Pérez Rubio, sociólogo y experto en sociedad rural
Entrevista realizada por Dionisio Romero

José Antonio Pérez Rubio es catedrático de la Escuela Universitaria de Sociología en la Universidad de Extremadura; licenciado en ciencias políticas por la Universidad Complutense, licenciado en sociología por la Universidad de Lovaina (Bélgica) y doctor en sociología por la Universidad Complutense. Actualmente es coordinador del Grupo de Trabajo de Sociología Rural de la Federación Española de Sociología y dirige el Grupo de Investigación de Desarrollo Local y Sostenible de UEX (DELSOS).

En sus investigaciones sobre el mundo rural se ha preocupado especialmente en realzar los aspectos intangibles que configuran y condicionan los modos sociales de vivir en el territorio. Con el apoyo de su equipo de investigadores, ha trazado diagnósticos sobre las distintas entidades que configuran esa realidad cada vez más compleja de lo rural; neorrurales, mujeres, jóvenes, retornados, turistas, etc. Entre sus trabajos publicados destacamos: Yunteros, braceros y colonos. La política agraria en Extremadura (MAPA, 1995); Los intangibles en el desarrollo rural (UEX-2007); Sociología y desarrollo. El reto del desarrollo sostenible (MAPA-2008); Neorrurales en Extremadura (UEX-2009).

* * * * *

ImagenUsted es doctor y catedrático de sociología y licenciado en ciencias políticas, actividades ambas muy arraigadas en la cultura urbana ¿Por qué se ha dedicado al estudio de la población en la sociedad rural?

Bueno, habrá que aclarar que hice mis estudios de sociología en la Universidad de Lovaina en la especialidad de sociología del desarrollo, y que allí, en aquel momento, existía un fuerte compromiso con el Tercer Mundo, donde el mundo rural, incluso hoy en día, tiene un protagonismo definitorio.

A esto habría que añadir mi origen y experiencia familiar en el mundo rural, nací en el seno de una familia rural en un pueblo de la zona central de Extremadura (Valdefuentes, Cáceres), donde la actividad agrícola era determinante para la vida de esta comunidad hasta bien entrados los años 70 del siglo XX.

Por último, y lo más importante, por la convicción científica de que no pueden establecerse modelos de vida en términos de sostenibilidad si no hay un desarrollo armónico de los territorios rurales, donde la población en general participe de los beneficios que éste reporta. En suma, ¿qué sería de la población urbana si le faltara el “tubo de escape” del campo y las poblaciones rurales?

¿Se puede hablar todavía de cultura rural?

Se puede y no se puede. La forma de pensar y los comportamientos de los rurales de hoy han cambiado radicalmente. En el medio rural, por ejemplo, la religión no tiene la importancia que se le atribuye como caracterización típica de las sociedades tradicionales. La cultura rural es más bien una mezcla, con adaptaciones y con diferencias regionales y nacionales, de hábitos urbanos mezclados con tradiciones, formas de pensar más o menos adaptadas a la diversidad de comunidades rurales existentes; éste es el caso de nuestro país. La cultura rural es un “totum revolutum” que refleja la complejidad de sus estructuras, la presencia de nuevos actores en el medio rural, el arraigo de la cultura de la movilidad en el ocio, el commuting, la contraurbanización, etc.

El mundo rural, ya no es una realidad uniforme. ¿Qué piensa de la “neorruralidad”: son el síntoma y la avanzadilla del fin de lo rural, o tal vez la solución de sus problemas demográficos?

La presencia de nuevos pobladores: retornados, turistas, residentes secundarios, etc., como nuevos actores, no deja de ser una inyección de dinamismo social a las comunidades rurales con depauperación demográfica. Si tomamos el caso de los neorrurales podemos observar, como hemos comprobado a través de un proyecto de investigación, que son agentes dinamizadores del medio allí donde viven, que participan y promocionan asociaciones de todo tipo, y están concienciados del papel que pueden desempeñar en consonancia y respeto con los truly rural, es decir, con los nacidos y criados en los pueblos donde habitan.

El problema reside en el nivel de la población rural que se exige para el mantenimiento de las zonas rurales. En algunas comunidades autónomas se acepta el hecho de que hay situaciones irreversibles para ciertas comarcas o pueblos; para otras, caso de Extremadura, la situación del nivel demográfico rural hasta el momento es defendible.

La llegada de neorrurales no resuelve el problema de la degradación demográfica, que depende, evidentemente, de otros factores. Sin embargo, el fenómeno neorrural hay que considerarlo como factor que contribuye al desarrollo de las rentas así como a la dinamización del tejido social, ¿En que medida? Pues en la medida que se desarrollen los procesos socieconómicos a partir de la crisis que nos afecta.

Una pregunta a un sociólogo: ¿por qué en los pueblos los conservacionistas o los que promueven una cultura ecológica son mirados casi siempre con sospecha?

Hay que tener en cuenta que los campesinos en su relación con la naturaleza siempre tuvieron como tradición el transformarla, dado que a veces dependía de ello su subsistencia. A esto se añade que durante los años 50 y 60 del siglo XX, la introducción de las tecnologías y métodos de producción de la “revolución verde” contribuyeron a potenciar la visión productivista de la naturaleza; ésta puede ser una razón de peso para que consideren a los ecologistas como opositores a su forma de pensar en relación a su consideración de la naturaleza.

Fotografía F.J.AlcaceraNo obstante, la labor de los organismos internacionales y las políticas agrícolas, sobre todo de la UE, los medios de comunicación, la educación ambiental, etc., están haciendo del respeto a la naturaleza un elemento indispensable, que incluso los propios agricultores empiezan a comprender.

¿No le parece que las últimas reformas agrarias desde las emprendidas por Franco a la PAC, han conseguido destruir lo rural?

Decía Cabestany, ministro de Agricultura del régimen franquista en los años 50 del siglo XX, que «la mejor forma de hacer política agraria era no hacer política agraria». Posteriormente se añadió la ideología desarrollista de los años 60, relativa a que el “vaciado de los campos” era una necesidad inexcusable para el desarrollo industrial de nuestro país.

Los modelos económicos actuales aplicados a los agricultores y ganaderos, promueven que se transformen en empresarios agroindustriales o incluso que se terciarizen a través de diferentes formas jurídicas, principalmente a través del cooperativismo. Ahora para ser agricultor hay que ser un auténtico empresario, con nociones de marketing, derecho, logística, etc. La ley de la rentabilidad a toda costa predominó demasiado tiempo, y millones de explotaciones agrícolas desaparecieron sin planificación alguna. El proceso sigue sin control; el abandono de tierras, pueblos y técnicas tradicionales de producción, la masculinización rural, etc., han supuesto una agresión brutal al tejido socioeconómico y ambiental del medio rural. La UE, con buen criterio, ha implementado reglamentos y normas que han paliado este deterioro; la articulación de los programas LEADER unido a las ayudas a la PAC quizás hayan sido las medidas que más hayan hecho para el sostenimiento de la población rural.

Con tanta política europea y globalización, ¿no se hace todavía más importante lo local?

Existe un vocablo un tanto extraño, pero que nos puede dar la clave de dos grandes procesos aparentemente paradójicos y que están ocurriendo hoy en día: “glocalización”. La globalización no es un proceso de ahora, es resultado del intercambio económico desigual que se establece entre países pobres y ricos, algo que ya se conocía desde el siglo XVI, aderezado ahora con la internacionalización financiera, la aplicación de nuevas tecnologías, el desarrollo de las comunicaciones, la universalización del consumo estándar, etc. Pero al mismo tiempo que esto ocurre, hay procesos de vuelta a la naturaleza, a lo auténtico, a las relaciones comunitarias, a la identificación con un paisaje, el encuentro consigo mismo o con la comunidad de pertenencia (paisanaje) o a aquella que se toma como referencia (integración de emigrantes, ruralización de los nuevos llegados, etc.).

El progresivo desarrollo y avance de lo que podemos llamar “ideología ambientalista” supone un contrapeso a la uniformización social y una barrera contra el “pensamiento único”.

Usted realizó un estudio sobre los jóvenes en los pueblos y parece que no es cierta la idea preconcebida de que casi todos quieran abandonar sus pueblos…

En nuestro estudio tratamos de explicar que si bien los jóvenes rurales tienen tendencia a abandonar las zonas rurales a través del sistema educativo, sin embargo, en ellos ya ha cuajado la ideología ambientalista y de consideración del valor que tienen los territorios rurales en función de la aceptación de los valores relativos a un modelo de pensamiento de carácter postmodernista. Es más, según hemos comprobado, si hubiera oportunidades de empleo en la mayoría de los casos estarían dispuestos a volver a sus lugares de origen. Esto quiere decir que el medio rural no sólo debe ser un lugar de disfrute para los urbanitas, sino que debe ser un lugar de trabajo y disfrute para aquellos que lo abandonan para buscar oportunidades fuera de él.

La creación de empleo en el medio rural es el mayor reto al que se enfrenta una política de desarrollo sostenible de las zonas rurales. Es aquí donde se necesita la mayor carga de imaginación y de capacidad de emprendimiento; para ello es absolutamente necesario incrementar, no solo las inversiones, sino la conciencia de que el medio rural, es decir el “sistema de pueblos” es un recurso en sí mismo.

¿Cuál es el papel de la mujer en los pueblos? Porque parece que es bastante diferente al que tiene en las ciudades…

En recientes estudios se ha demostrado la carga que supone desempeñar el triple rol de la mujer en el medio rural (productora, reproductora y agente de promoción de actividades comunitarias). A pesar de ello, la mujer rural tiene un papel trascendental en el desarrollo de las comunidades rurales. Su capacidad de sacrificio, su motivación por crear nuevas iniciativas en el medio rural a partir de su participación y promoción del asociacionismo, la contribución a la mejora de la educación de sus hijos a través de su colaboración en las AMPAS, su emprendimiento en actividades turísticas, hoteleras y de restauración, etc., les hace ser un elemento básico para implementar cualquier iniciativa de desarrollo y de innovación en las zonas rurales.

Además de su compromiso con el mantenimiento de la unidad familiar, la mujer rural tiene la ventaja de estar presente en las grandes decisiones familiares: emigración de los miembros, acceso a los estudios de los hijos, grandes compras o inversiones de la familia, etc. Por lo tanto, a la hora de implementar políticas de desarrollo en las comunidades rurales, es necesario contar con el capital humano que aportan, así como el capital social que reportan, porque no son sólo ellas las implicadas, sino su capacidad de influencia y liderazgo en su entorno familiar y social.

La sociología se está convirtiendo en una herramienta muy atractiva para la cultura actual, hasta el punto de que el pensamiento posmoderno es casi más una sociología que una filosofía. ¿Esto se debe a un estado de malestar social, tal vez por que en ciertos círculos se piensa que estamos fracasando como colectividad, o porque la preocupación social es un síntoma del progreso?

La sociología en nuestro país no ha tenido buena prensa, quizás por culpa de los propios sociólogos, y sobre todo de aquellos sociólogos que han tenido responsabilidades sociales y políticas. También porque no se ha tenido en cuenta en la formación preuniversitaria, y allí donde existía, caso de las carreras ligadas a la economía, la sociología era considerada como una “maría”. Esto no ocurrió en menor medida en otros países, donde el status de la sociología es equiparable al de cualquier otra ciencia.

La sociología debe tener mayor protagonismo, sobre todo para explicar los grandes acontecimientos que estamos viviendo. Una interpretación economicista, como la que es ahora dominante, supone camuflar qué actores y qué intereses están detrás de todo este tinglado de la globalización y de la crisis.

¿Cree usted que estamos ante algo más que una crisis económica y más bien lo que estamos viviendo es una crisis de civilización?

Estamos ante una crisis económica que forma parte de un cambio profundo en los comportamientos y en las formas de pensar. La emergencia de nuevas potencias económicas, aunque formen parte del sistema global donde predominan las formas capitalistas o pseudocapitalistas, va a tener incidencia en la hegemonía de la cultura occidental y su adaptación a nuevos modelos socioeconómicos emergentes.

Hablar de civilización supone hablar de civilizaciones en plural, porque al fin y al cabo nuestra civilización es producto de diversas fuentes culturales, aunque predomine el pensamiento y las culturas grecorromana y judeocristiana. Debemos acostumbrarnos a aceptar y comprender formas de vida y manifestaciones que no son propias de nuestra cultura y para ello lo mejor son los valores propios de nuestra civilización en relación con los derechos humanos, el respeto a la diversidad cultural y a la naturaleza, etc.

Fuente: http://www.agendaviva.com/revista/actual

Entrevista publicada por el periódico HOY a nuestro compañero Jesús Moreno, sociólogo

«Hay miedo a meterse en política, se piensa que te van a tachar o que vas buscando dinero»

«Seguimos pidiendo la creación de un instituto regional de estudios sociales»

Publicado en HOY el 15.01.11 - 00:17 | JUAN DOMINGO FERNÁNDEZ | REGIONAL

Junto al hombre de la calle

Le gustan los informativos de la tele, las películas del oeste y la novela histórica. Ha sido durante años directivo de la Asociación de Ciencias Sociales de Extremadura. Por las mañanas reza, lee el Evangelio y prepara sus clases. El resto del tiempo, para Cáritas y su parroquia.
-Cuando estuvo interno en el Seminario ¿qué es lo que peor llevaba?
-Estuve diez años. Y a mí me costaba mucho lo de estar encerrado. Y el seminario era un internado. Bien es verdad que entonces salíamos mucho al campo, teníamos un gran campo de fútbol que era la envidia de todos los centros y en cuanto había un rato de recreo, a jugar a aquellos jardines. Echábamos muchas horas detrás de la pelota.
-¿Qué programas de televisión recuerda de niño?
-En la tele he tenido dos grandes aficiones: el fútbol y las películas del oeste.
-O sea, que se acordará de la serie ‘Bonanza’.
-Exactamente, ‘Bonanza’ y la película que ponían los sábados por la tarde, porque no podíamos ver la televisión tanto como ahora, teníamos un horario para la televisión. Los sábados por la tarde podíamos verla. Así que el fútbol y el cine.
-¿Le hubiera gustado hacer una carrera técnica?
-Bueno, en los estudios he tenido dos partes: los estudios eclesiásticos, los del seminario, y luego Sociología. Los estudios eclesiásticos los acabé pronto, con 21 años, y entonces estaba de obispo don Jesús Domínguez y su idea era que quienes acabábamos pronto y teníamos que esperar unos años para ordenarnos de sacerdote, hiciéramos otra carrera.
-¿No se podía ordenar nada más terminar los estudios?
-Hasta los 24 años no te podías ordenar. Había dos o tres años que normalmente se utilizaban para ampliar estudios. Y yo tenía idea de especializarme en la Biblia, porque siempre me ha interesado mucho el conocimiento de la Biblia. Pero don Jesús tenía la idea de que los más jóvenes hiciéramos alguna carrera civil. Y nos habló de Psicología, Sociología, Periodismo… Recuerdo que él quería que yo estudiara Periodismo y que le dije: «Don Jesús, yo es que escribo muy mal, a mí me cuesta mucho redactar». Y entonces dijo: «Pues mira a ver si Sociología». Y en un verano que estuve trabajando de camarero en Madrid, entonces los estudiantes aprovechábamos para sacar unos dineros, me llevé un libro de sociología y me enteré de qué era eso y al volver en septiembre ya había decidido que era lo que estudiaría. Cursé los estudios en la Pontificia, en León XIII, en Madrid.
-¿Y en los veranos cuando iba a Perales del Puerto ayudaba algo en las tareas de la familia?
-Sí, mi padre era albañil. Ya está jubilado. Y mi hermano el mayor y yo siempre que podíamos le ayudábamos en la obra. La cosa de la
albañilería un poquito sí se me da. El trabajo fino no, pero lo que hacía el peón desde luego. Y en el invierno en la Sierra de Gata ya sabes que está la aceituna y recuerdo que desde niño, desde antes incluso de tener uso de razón, recuerdo haber ido con los mayores a coger la aceituna. Y a otros oficios del campo.
-Pero no iría a los bailes, a las discotecas…
-Bueno, cuando yo era seminarista, en los últimos años, no te decían que no fueras. Había ya un clima de libertad y en tu tiempo libre, en el pueblo, tú hacías lo que querías. Además es que no se me ha dado a mí muy bien bailar. De hecho, si iba con los amigos, me quedaba a lo mejor en la barra tomando una cerveza y ellos bailaban, pero nunca he tenido inconvenientes por hacer vida con los amigos y las amigas.
-¿A qué edad salió por primera vez al extranjero?
-Yo no he salido mucho al extranjero, dicho sea de paso. Era muy pequeño cuando fui a Francia porque mi padre estuvo viviendo en Irún. Mi pueblo e Irún debían de hermanarse porque hay tantos peraliegos en Irún como en Perales. Mucha familia mía está en Irún. Entonces mi padre intentó también irse a trabajar a la construcción a Irún y pasaba a Francia a trabajar. Pero a mi madre y a mí no nos sentaba bien el clima porque éramos asmáticos y la humedad del Cantábrico nos venía a matar… y estuvimos nada más que dos o tres meses. Tendría yo cuatro años y medio y casi no me acuerdo. Tenía ya 19 años cuando fui a Alemania en un intercambio, en el mes de julio de 1978, con un grupo de jóvenes de aquí, chicos y chicas. Los alemanes habían estado aquí el verano anterior. Para mí era un mundo diferente. Todavía estaban las dos Alemanias…
-Hace 15 años pedía que se creara un instituto regional de estudios sociales.
-Y lo seguimos pidiendo.
-¿Cree que esa parcela no está bien atendida?
-No está bien atendida. Nosotros tenemos una asociación de Ciencias Sociales, ACISE, y pensamos que no está bien atendida. Creemos que en Extremadura, y yo participo de esa idea, se generan acciones políticas pero a veces no están bien fundamentadas en estudios sociales. Es una apreciación general. Se hacen estadísticas, hay publicaciones estadísticas, pero muchas veces es un refrito de números, lo mismo del INE, o de la EPA, y se sacan desglosados de Extremadura, pero no aportan gran cosa al conocimiento de los problemas. Nosotros pensamos que para aportar soluciones hay que conocer… hay que hacer un buen diagnóstico y eso en Extremadura creo que no está bien cuidado.
-¿Cree que vamos hacia una religiosidad ‘light’ o sencillamente el laicismo gana posiciones en la sociedad?
-Creo que son las dos cosas. Mucha gente que ordinariamente se declara ‘católico-no practicante’ en muchos aspectos de su vida vive como si Dios no existiera, con lo cual entraría dentro de ese conjunto que llamamos laicismo o de estar apartado de Dios, no tener a Dios en cuenta. Pero después en ciertos momentos de su vida dicen: yo soy católico a la hora de hacer la comunión, de bautizar al niño, de hacer el entierro… y a eso es a lo que llamamos una práctica religiosa sin un compromiso, sin una acción personal. Eso es la religiosidad ‘light’, tomando la comparación con las bebidas ‘light’, que no hagan mucho daño, que no me comprometa, que no me exija, pero que me refresque. En este momento necesito de Dios y echo mano de él. Y no tanto de Dios, sino del ritual que acompaña a eso. Así que yo creo que las dos cosas; va ganando el laicismo pero va ganando también la religiosidad ‘light’, porque en mucha gente van juntas.
-¿La fe ahora es más privada que hace años?
-Hay un sociólogo de la religión, Thomas Luckmann, que hablaba de eso en su obra ‘La religión invisible’, de 1967 y editada en España en 1973. Es una característica histórica que ya se da aquí, la privatización de la religión. La religión es una práctica individual, son creencias individuales e incluso, por fuera, la opinión pública y a veces la Administración procura que sea una afición individual pero que no tenga expresión pública.
Creo que estamos en ese momento.
-Eso choca con la tradición, porque antes era todo lo contrario, se blasonaba de la fe religiosa ¿no?
-En el fondo es una especie de esquizofrenia práctica. Tú eres una persona individual, que tiene una familia, un trabajo, unas relaciones políticas, sociales, entonces, si decimos que la fe abarca toda la persona, no puede quedar una dimensión fuera de eso, salvo que manipulemos la religión para hacerla a mi manera, a mi capricho; entonces en esta circunstancia privada soy creyente y en la circunstancia pública no lo soy. Eso sería una barbaridad y en concreto, lo que son las religiones bíblicas, no solo el cristianismo, sino también el judaísmo, se dan de bruces con ese tipo de religiosidad. Cada uno debe vivir lo que cree y vivirlo intensamente en todas sus facetas. No puedes decir, ahora para contentar entre comillas a Dios le doy una limosna a este que me encuentro en la calle pero después le doy un salario penoso a mi empleado. Eso es una contradicción. Allí soy bueno y en la esfera pública, en la esfera de la empresa, soy injusto. Eso es una contradicción. Y somos así los seres humanos muchas veces.
-Ha sido cura en Aldea Moret.
-Sí, estuve siete años.
-¿Y qué ha aprendido de esa feligresía?
-Pues que hay una gente estupenda. He aprendido que respecto a los colectivos, a los barrios, una cosa es la imagen que se tiene de ellos y otra la realidad. Siempre cuando se generaliza se está mintiendo. Cuando se dice «el minero, el gitano», esos no existen, existen las personas concretas. Hay mucha más bondad y mucho más compromiso en la gente de lo que se cree. Y una conclusión que he sacado siempre es que Aldea Moret es producto de la vida de Cáceres. A Cáceres le viene bien que haya ahí un sitio en donde arrinconemos a los que nos estorban, a los que estaban al lado de la carretera afeando la entrada de los turistas y había que colocarlos en un sitio donde no se vean. Pero hay mucha bondad en esa gente. Hicimos un estudio sociológico de Aldea Moret y una de las cosas que vimos es que muchas veces las políticas que se han llevado a cabo ha sido sin contar con ellos y entonces están llamadas al fracaso. Porque nosotros trasplantamos nuestra idea de bienestar, esa que circula en la mayoría, a todo el mundo. Yo viví en julio de 1996 esa situación, que los diarios sacaban en primera página: «Se acabó el chabolismo en Cáceres. Se han dado las 721 viviendas en Aldea Moret». Eso lo leí estando en el campamento con los niños y cuando vine en agosto empiezo a tomar otra vez el pulso al barrio y veo que los primeros que estaban molestos eran los gitanos que habían recibido las viviendas. Y se quejaban: «Con lo bien que estábamos nosotros en El Carrucho, que teníamos allí para apartar la fruta, para guardar el burro, para tener el gallinero… Podíamos hacer lumbre y sentarnos las cuatro o cinco familias, y aquí no, mire usted dónde nos han metido». Eso lo escuché yo. Y pensaba ¡ con el dinero que se ha gastado aquí! El problema de no analizar la realidad antes… Si nosotros tuviéramos en cuenta la gente a la que dirigimos nuestra acción política y contáramos no solo con el número sino con su mentalidad, sus costumbres y con el modo de vida económico, a lo mejor hacíamos la vivienda de otra manera. Eso lo viví yo allí. Ha habido un gasto enorme, pero no ha estado bien orientado.

Nuestro colega en otro momento de la entrevista

-Hace cuatro años publicó una tribuna de opinión en la que reclamaba el compromiso de los cristianos con la política, a pesar del desprestigio que sufre…

-Pues tiene actualidad ese artículo. Estoy pensando en hacer otro [risas], pero es que casi escribiría lo mismo. Creo que hemos avanzado poco. A los cristianos nos está pasando lo que a todo el mundo, hay un repliegue y no queremos mancharnos las manos donde huela mal. Hay miedo a meterse en política en general. La gente más comprometida o tiene una vocación muy grande o piensa, yo ahí no me meto porque me van a tachar o piensan que voy buscando dinero. Y los cristianos también tenemos miedo de meternos en política.
-Cuando desde Cáritas atiende a la gente que no tiene nada ¿se siente más escéptico respecto a cómo funciona la sociedad?
-Un poco sí. Uno tiene la sensación de que a veces no se organiza bien lo que son las prestaciones sociales, tenemos un sistema de protección social que a veces no se organiza bien, que se gastan muchos recursos pero que no se aprovechan bien. Hay mucha burocratización en todo, falta un contacto directo con las personas. Lo que aquí llamamos el seguimiento, el tutelar a las personas.
-Ahora ya no se dice eso de «vive como un cura».
-[Risas]. No, yo creo que eso ha cambiado bastante. Claro, es que antes en el pueblo el cura, el médico y el boticario era la trilogía básica, los que mejor vivían, aunque a lo mejor no era tanto, pero tenían la fama; como no eran trabajadores manuales ¿no?
-¿Qué coche tiene?
-Un Citroën Xara del año 2000. Ya tiene diez años.
-Como lector, si tuviera que elegir un libro, ¿cual eligiría?
-¿Que no sea la Biblia, ni los periódicos? Porque yo siempre digo que el cura tiene que tener debajo de un brazo la Biblia y en el otro los periódicos. Y preparar la homilía con las dos cosas. Yo leo todos días los dos periódicos regionales. Tengo la manía de recortar y tengo siete carpetas de recortes de periódicos, clasificados por fechas.